Sabía que al aterrizar en este planeta se borraría mi Memoria
y olvidaría quién era y de dónde venía.
Pero también que el Recuerdo se iría activando en mí paulatinamente
hasta llegar a ser completo.
Y que en ese momento inefable, que compensaría con creces todos los avatares de la travesía, acontecería el Milagro
y me daría cuenta de que el final de mi proceso es a su vez el inicio;
que la meta no es otra que la línea de salida;
que el destino del viaje es su punto de arranque
en un Eterno Retorno.